
Un secreto extraño
Esto nunca se lo conté a nadie, cuando era chica cazaba moscas con las manos. Mi mamá me retaba y decía :“Esos bichos son malos”. yo no le hacía caso. Me sentía la mejor cazadora de insectos del mundo.
Una noche me despertó el vuelo rasante de un moscardón, le di un manotazo, por primera vez había fallado. Lo mire y este era diferente parecía con ganas de matarme. Lo observé a los ojos y me sentí asustada. Tapé mi cabeza con las frazadas y me calmé, pero su chillido siguió. A la mañana siguiente en mi cuaderno de colección de bichos decía con letra rara: “Me vengaré”.
Me quedé todo el día sin cazar nada. Cuando eso individuos se me acercaban los miraba de arriba abajo con miedo de que uno de ellos quisiera arreglar cuentas conmigo.
Cuando me iba a acostar eché insecticida en todas partes, y me aseguré de que ninguna mosca quedara adentro.
Cuando me acosté cansada, pasaron veinte minutos y nada, de repente un chillido fuerte y malvado rozó mi oreja y me aterré. Me tapé rápidamente y prendí una linterna. Cuando lo enfoqué, me miró y mostró sus dientes. Me atacó, casi me picó. yo, grité muy fuerte: “Mami ayúdame”, y mi mamá me dijo: “Esos bichos son malos”.
Me asusté más, parecía que cada vez aquel moscardón se enojaba más y de repente me atacó y antes de que me picara, mi mamá me dijo: “¿Te dormiste? Ya es tarde, apúrate”.
Al otro día cuando fui a colocarme los zapatos, pegado en uno de ellos había un cadáver de moscardón y a su lado un mensaje decía: “¿Podré escapar?” y a su final decía: “¡¡¡No!!!”
Y yo no volví a casar moscas en mi vida.
Paula kelly

Pedro y Leonor
Pedro era un chico que le gustaba la joda, salir con amigos, andar en cuatriciclo.A toda hora se iba a boliches como: “Casimiro Bonche” y la “Kinta”.La cuestión es que le gustaba hacer de todo, cosa que a Leonor no tanto.
Ella era una chica tranquila, o sea le gustaba salir con amigos, pero solo en sus tiempos libres y andar en moto.
Pedro y Leonor se conocieron en un bar por medio de amigos, se dieron los números telefónicos y empezaron a conocerse.
Al pasar el tiempo ellos salían como amigos inseparables.
Un día que se juntaron para ir a un restaurante Leonor le dijo:
-Prométeme una cosa…
-¿Depende? ¿qué cosa?
-Que no vas hacer nada… grave…
-¿Ves?
-¿Qué?
-Tanto perdón y tanta ayuda, pero no confías en mí.
-¿Yo?
-Vos tenés miedo. Nunca dejaste de creer que soy un criminal. Para qué me sacaste de la comisaría el día que choqué con el cuatriciclo aquel chico.
-Porque me robaste el corazón, por eso sos un maldito.
-Pero, Leo nunca pensé que vos te fijarías en mí, yo también estoy enamorado.
-¿Y quien te dijo que yo estoy enamorada de vos?
-Bueno capaz que lo que dijiste, lo interpreté mal…
-No, de ninguna manera.
Pedro tomó la mano de Leonor y le dijo:
-¿Querés salir con migo?
-¿A dónde?
-Siempre te tengo que explicar todo. Nena te estoy preguntando si querés tener algo serio.
-O sea ¿andar de novios?
-sí…
Leonor torpemente le contestó:
-Mmm, claro que sí…
Pedro le dio un beso como el de las novelas. Leonor quedó hechizada y terminaron saliendo como pareja.
Leonela Moine…

La Triste vida de un vagabundo
Allí estaba yo, solo como un vagabundo, sucio, sin poder hacer nada. Mi vida era así, yo era así, ya que mis dueños me habían abandonado.
Todo sucedió durante un tiempo que viví con una familia que no era la mía. Me encontraron y me llevaron.
Recuerdo que era muy feliz allí. Todos los días eran maravillosos para mí. Ellos eran muy cariñosos, juguetones y amables conmigo.
Pero un día me desperté, por culpa de un ruido que aturdía mis sensibles oídos: “¿Qué podría ser aquel ruido insoportable?”
Traté de soportarlo como pude. Intenté seguir durmiendo pero no lo conseguí. Estuve largas horas escuchándolo, hasta que por fin lo dejé de sentir. Todo era silencio. Después de un rato bajé las escaleras corriendo a ver a mis amos. Los busqué por todos lados, en sus dormitorios, en la cocina, en la sala y por más que lo intenté no los encontré.
De pronto vi que la puerta estaba abierta y pude observar que a lo lejos se encontraban todos ellos alejándose, dentro de unos gigantescos camiones de mudanza. Se habían llevado todo, menos a mí.
Muy triste no podía todavía comprender el porqué. Por un momento no me contuve más y abrí largos los ojitos por donde me corrían lagrimones.
De: Mara franco